cMás o menos así me llegó a mí, solo que el mozo no era tan maduro. La anécdota no le ocurrió en Suiza, según creo, sino mientras cumplía el servicio militar y fue otro soldado (mal compañero) quien accedió muy gustoso a escribirle la carta, tal como lo cuentas:
- ¿Y qué quieres que ponga?
-Tú, pon, pon. Tú, dile, dile. Pon, pon…
De esta forma su familia recibió una carta que no decía otra cosa más que "dile, dile y pon, pon", llena de "pompones".
En el año 64 emigraron a Suiza varios de Quiruelas, entre ellos él y mi padre, en el mismo tren. Al ir destinados a distintos poblaciones enseguida perdieron el contacto entre sí. Uno de mis primeros recuerdos infantiles es este, la mañana muy temprano de la despedida, retengo la imagen: de pronto aparece por la puerta y se fueron juntos. "Chencho, malo, llevó a papá a Suiza" – no había cumplido los dos años-. ¡Cuántas veces repetiría luego la frase! Aún lo veo en el portal. No sé qué tal le iría en Suiza, puede que no mal. Sin cargas familiares, carente de maldad, sin malicia y trabajador constante si era bien dirigido. Cuando no está el encargado los demás remolonean, echan un cigarro o se paran y él siempre seguía cavando la zanja, a un ritmo quizá cansino, pero sin detenerse.
Mi padre pasó en Suiza una temporada, no más de 8 meses. Les daban al llegar una especie de cartilla de unas 30 hojas –por ahí andará olvidada en un cajón, quizá en el de la mesa camilla-, comenzaba así: “Suiza está dividida en cantones, no en provincias”, y la consiguiente traducción al francés. Le seguían frases usuales, sencillas, y un vocabulario básico agrupado por familias de palabras. Le tocó en zona francesa, cerca de Lausana, y aun así le costaba entenderse con el patrón, las palabras pese a ser a menudo parecidas no se pronunciaban como se escribían. (¿Qué les pasaría a los que estaban en zona de lengua alemana o emigraban a Alemania? Que la mayoría apenas si lograban hablarlo después de varios años). Era un pueblecito verde y pintoresco entre dos lagos, Leman y Neuchâtel, (algo mayores que el de Sanabria, al que todavía no había visto). A lo lejos se divisaban las cumbres alpinas. La faena escasa para alguien hecho a las labores agrícolas de nuestro pueblo, segar hierba a guadaña, recogerla, etc. Se trataba de un matrimonio sesentón sin hijos y en la casa-granja había caballos, tractor y vacas. Del tractor y de ordeñar se ocupaba el patrón, pero ya entonces tenían ordeñadora. A Suiza no hubo que reconstruirla, no tuvo guerra. ¿Cómo vivían? En el campo se vivía bien, pero los suizos preferían otros trabajos. Sorprendió a mi padre que había una carretera flanqueada por una hilera de nogales, las nueces caían a ella y cogías las que te apetecía. Ellos ni se molestaban en recogerlas, para las ardillas.
Hay una película, "Un franco, catorce pesetas", que trata la emigración en Suiza. Una historia real, pero atípica, los emigrantes no son campesinos paletos con boina, sino obreros especializados (y de Madrid). Van sin contrato, muchos también fueron sin papeles. Antes de llegar y bajarse del tren una vieja les da la primera lección: tiran el revoltijo de papel de periódico que envuelve sus bocadillos al suelo, la vieja insiste en mirarlos mal y ellos sin saber por qué hasta que ella misma se agacha a recogerlos y echarlos a la papelera (Seguimos igual de marranos, sirvan de ejemplo el 90% de perreros de las ciudades). O la escena en que los suizos se bañan desnudos como si tal cosa, en cueros sin pudor alguno. Y los madrileños tan pardillos como los de la boina. En los 60 Barcelona era la más europea y una zona rural suiza más avanzada de ideas que Madríd.
Como anécdota similar a la del teléfono, la que me pegó a mí un paisano con un televisor Grundig o Telefunken PAL color traído por su hermana de Alemania (año 75 o 76). Se encendía y apagaba solo, se subía el volumen... Hasta que descubrí que el granuja ocultaba un aparato mágico, un simple mando a distancia.
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